sábado, 14 de junio de 2014

La llanura

Luis estaba concentrado en el manchón rojo de la pared, entreabría los ojos y buscaba convencerse de que todo era un sueño. Recordaba los detalles, anotaba mentalmente los pasos que lo habían llevado hasta Tania; de ella extrañaba la risa, el olor de su piel antes de despertarse, el idioma del tacto y las miradas.
Aquella mujer, con ternura y con fuerza golpeaba las puertas de la casa de Luis.Se despertó, salió presuroso al encuentro, se miraron de frente, pero en sus miradas la tristeza era más evidente. Ella no soportó más, y se alejó para perderse entre la sombra de los árboles. Él, y otra vez  en la carne una angustia insoportable, una rabia inusitada por no saber qué decir, la bronca por todo y por nada. Arañaba las paredes  y no entendía bien la distancia que existía entre ellos, no comprendía por qué ella sólo habitaba en vidrios empañados y en el ruido de las bisagras al cerrarse las ventanas.

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