domingo, 27 de noviembre de 2011

Nunca ví un páramo

Nunca ví un páramo
y el mar jamás contemplé.
Pero sé cómo es el brezo,
y cómo debe ser la ola.


Nunca hablé con Dios
y jamás visité el cielo.
Pero conozco tan bien el lugar
como si en el mapa lo viese.


Emily Dickinson

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El parque de almas solitarias

Piel arena,
desliz de largas piernas se desplazan.
Parque de solitarios, refugio de sombras.
Empedrado, árboles, cemento,
vengo otra vez a sentarme en el rojo
banco, desposeerme, confesarme
ante un jurado de arboledas,
desafiantes.
Voces diáfanas, patos en el
lago, agonizantes borrachos, ¿ qué será de elllos
al terminar estas imperfectas horas?
Vivir es prostituirse cada dia un poco
correr telones de ilusiones, desenterrar
sótanos de bagajes.
Cuando me siento derrotado miro el cielo
y me entrego a la inmensidad.
Si me hago aliado de una estrella,
ya nada podrá vencerme, nada podrá vencerme.



El poema publicado pertenece al poeta tucumano Matias Moya, de su primer libro Mi limbo triste; del año 1996.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Péndulo de Foucault

No necesito expresar tu nombre para ratificar que estoy viva.
Mi anagrama se agota en el tuyo donde me descubro y me multiplico una
y otra vez.
Como sabrás sigo con este oficio de escribir para que un poco
de lo que fuimos perdure. Para poder encerrar los días explorándonos
en nuestros desencuentros.
Me interesa este momento porque antecede a todo, que es
decir a la Muerte, porque es sublime al igual que nosotros. Continúo
presintiendo como cuando me reclinaba y sorprendía mi pupila tu
rostro de perfil, con los ojos entregados al descanso... Se dibujaba
en la penumbra de la habitación; donde divisaba el lado más mío de tu
cerebro en tu frente. En tu cabeza. En el lugar que no le pertenece
ni perteneció nunca a nadie. Es ahí donde reside el verdadero Amor.
Soy una presencia que no adviertes pero que sabes que está
ahí. A tu lado. Y conjeturada muchas veces. Me has buscado creyéndome
cerca. Y sí, algo de mí siempre está contigo.
He estado y estoy siempre ansiosa de vocablos que me
trasladen hacia algún territorio y salgan desde el desvanecimiento
particular que me supera y me devora.
Pero la sombra se ha quebrantado. El desapego es una dócil
alucinación de plenitud y deleite, que se esfuma con cada palabra que
busca su predestinación.
Lo que desconozco de los dos son las horas y los espacios que jamás
lograremos revelar. Es el tiempo perdido. Sin rotación. Semejante al
péndulo de Foucault, en el Ecuador.



Biografia

Amalia Lateano, escritora ARGENTINA nacida en Rojas. Pcia. De Bs.
As.-En su trayectoria literaria fue finalista del Concurso finalista
del Primer Concurso Nacional Sade Pergamino (2004); Nacional de
Poesía - Ediciones de las tres lagunas. (2010); finalista con Mención
de Honor en el género Poesía del Concurso Editorial de las tres
lagunas -Junín (2010). Mención de Honor en género Ensayo ediciones de
las tres lagunas, entre otros.
Primer Premio Narrativa de Centro de Escritores nacionales – Córdoba
Obras PUBLICADAS:
1.-Canto Monumento de la Guardia de San Francisco (1977) con
reedición en 2010.
3.-"2.-LOS CAMINOS DE JUANA"(Ediciones de las tres lagunas) 2009-Junín.-
4.-EL ÁRBOL DE LOS FRUTOS DE ORO "2009- POESÍA-Editorial DUNKEN. Bs. As.-
5.-FRACTALES “- Cuentos- Editorial DUNKEN- Buenos Aires.
6.- EN CLAVE DE LUZ- Haiku- Poesía BREVE - EDICIONES CEN –CÓRDOBA- 2010.-
7.-SECUENCIAS DE LA VIDA- Poesía-AÑO 2011 EDITORIAL DUNKEN.
8.- VIDA PLENA- POESÍA – NOVELARTE CÓRDOBA - 2011.-

jueves, 10 de noviembre de 2011

Fragmento *

No intentes ser coherente todo el tiempo. A fin de cuentas, San Pablo dijo que " la sabiduria del mundo es locura ante Dios".
Ser coherente es llevar siempre la corbata a juego con los calcetines. Es estar obligado a tener mañana las mismas opiniones que tenias hoy. Y el movimiento del mundo, ¿dónde se queda?
Mientras no perjudiques a nadie, cambia de opinión de vez en cuando, contradícete sin avergonzarte por ello.
Tienes ese derecho. No importa lo que piensen los demás porque, en cualquier caso, pensarán.
Asi que relájate. Deja que el Universo se mueva en torno a ti mismo." Dios escogió las locuras del mundo para avergonzar a los sabios".




* El siguiente fragmento fué extraido del libro Maktub, del escritor brasileño Paulo Coelho. Editorial Planeta. Buenos Aires, 2008.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Charme

Dentro del monólogo interior de los tejidos nerviosos, me estoy perdiendo en mí. Como turco en la niebla sabré esconder mi confusión de penumbra eterna.


Mirando los leños ardiendo en la costa de la playa, el fuego que se abre en pétalos de llamas, combate al frio y distrae mi soledad.


Seré el rey imperial de corona de papel, barco fantasma de cóctel, la ola que tropieza en una roca, de noche y de luna.


Sentado en la arena, anotaré palabras en un papel, para vos.



Hector Ramon Cuenya. El siguiente texto pertenece a su libro Dulces Paralelas. Editorial Milena Caserola. Buenos Aires. 2009.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Nota de Orhan Pamuk


Para quién escribo, la duda de siempre(*)

Por Orhan Pamuk














 El flamante ganador del premio Nobel reflexionó recientemente en The New York Times sobre las sospechas que se suscitan en los países no occidentales cuando la obra de un escritor trasciende las fronteras nacionales y culturales.

NUEVA YORK.- Durante los últimos 30 años -desde que me convertí en escritor-, la pregunta que me han planteado con mayor frecuencia tanto lectores como periodistas es ésta: "¿Para quién escribe usted?". Sus motivos dependen de la época y el lugar, pero todos emplean el mismo tono de voz, suspicaz y desdeñoso.

A mediados de la década de 1970, cuando decidí convertirme en novelista, la pregunta reflejaba la difundida idea filistea de que el arte y la literatura eran lujos en un país no occidental pobre aquejado por problemas premodernos. También incluía la insinuación de que alguien "tan educado y cultivado como usted" podría ser más útil a la nación como médico dedicado a combatir las epidemias o como ingeniero abocado a la construcción de puentes.

En años posteriores, los que me preguntaban: "¿Para quién escribe usted?" estaban más interesados por descubrir qué parte de la sociedad era la que yo esperaba que leyera y disfrutara de mi trabajo. Sabía que esa pregunta era una trampa, porque si no contestaba: "Escribo para los miembros más pobres y oprimidos de la sociedad", me acusarían de proteger los intereses de los terratenientes turcos y de la burguesía. Y esto, a pesar del hecho de que cualquier escritor de buen corazón que fuera tan ingenuo como para afirmar que escribía para los obreros y los campesinos recibía rápidamente la respuesta de que era muy poco probable que sus libros fueran leídos por personas apenas alfabetizadas.

Treinta años más tarde, escucho más que nunca esa misma pregunta. Pero ahora tiene más que ver con el hecho de que mis novelas se traducen a más de cuarenta idiomas.

Durante los últimos diez años, mis cada vez más numerosos interrogadores parecen preocupados de que yo pueda malentender la pregunta, de manera que suelen agregar: "Usted escribe en turco. Entonces, ¿escribe para los turcos, o ahora también piensa en el público más amplio al que llega gracias a las traducciones?". Y la pregunta siempre está acompañada por la misma sonrisa suspicaz y desdeñosa, que me lleva a la conclusión de que, si quiero garantizar la autenticidad de mi obra, debo contestar: "Sólo escribo para los turcos".

Antes de ocuparnos de la pregunta en sí misma, debemos recordar que la aparición de la novela como forma de arte coincidió con la emergencia del Estado-nación. Cuando se escribían las grandes novelas del siglo XIX, el arte de la novela era en todos los sentidos un arte nacional. Balzac, Dickens, Dostoievski y Tolstoi escribían para las clases medias emergentes de sus naciones, que podían abrir los libros y reconocer cada ciudad, cada calle, cada casa, cada habitación y cada silla; podían compartir los mismos gustos y discutir las mismas ideas.

En el siglo XIX, las novelas de esos grandes autores aparecían primero en los suplementos culturales de los periódicos nacionales, pues los autores le estaban hablando a la nación. Para fines del siglo XIX, leer y escribir novelas era participar en una discusión nacional cerrada al exterior.

Pero hoy la escritura de novelas conlleva un significado diferente, al igual que la lectura de novelas literarias. Hoy, los lectores esperan un nuevo libro de García Márquez, Coetzee o Paul Auster de la misma manera que sus predecesores esperaban la nueva novela de Dickens... como si fueran las últimas noticias. El público lector de novelistas como éstos a nivel mundial es mucho más grande que el público al que llegan sus libros en sus países de origen.

Los escritores escriben para su lector ideal, para sus seres queridos, para ellos mismos o para nadie. Todo eso es cierto. Pero también es cierto que los escritores literarios de hoy también escriben para los que los leen. De modo que las preguntas incisivas y las sospechas sobre las verdaderas intenciones de estos escritores reflejan cierta inquietud sobre este nuevo orden cultural que ha logrado existencia durante los pasados treinta años.

La gente a la que este orden le resulta más perturbador son los representantes de las naciones no occidentales y de sus instituciones culturales. Los Estados no occidentales atormentados por las crisis, angustiados por su identidad nacional -y reticentes a enfrentar las zonas negras de su historia- se muestran suspicaces con los novelistas creativos que enfocan la historia y el nacionalismo desde una perspectiva no nacional. Según estos críticos, los novelistas que no escriben para su público nacional están exotizando su país para "consumo externo" e inventando problemas que no tienen una base en la realidad.

Existe una sospecha paralela en Occidente, donde muchos lectores creen que las literaturas locales deben seguir siendo locales, puras y fieles a sus raíces nacionales. Su secreto temor es que un escritor que se dirige a un público internacional y que hace uso de tradiciones externas a su propia cultura termine por perder su autenticidad.

Y porque todos los escritores sienten un profundo deseo de ser auténticos es que todavía me gusta que me pregunten para quién escribo. Pero aunque la autenticidad de un escritor depende de su capacidad de abrir su corazón al mundo en el que vive, también depende de su capacidad de entender su propia posición cambiante dentro de ese mundo. 

Traducción: Mirta Rosenberg


La siguiente nota fué publicada el dia viernes 13 de octubre de 2006, en el diario La Nación.