martes, 1 de abril de 2014

Presencia

La sensibilidad de Nora era la de una lija, pasaba el día malhumorada, entregada a su destino de hija soltera. Su día comenzaba al abrir el quiosco que estaba frente a la escuela, allí el vaivén de niños y de maestras eran parte de su rutina. Cuando no había nadie, ella pasaba sus dedos por el vidrio del mostrador, o se entretenía escuchando la radio para ahuyentar los fantasmas que la visitaban con gritos, con los azotes de un cinto de cuero en la mano, a plena mañana y bajo el techo de chapa donde el Tata acomodaba sus cachivaches. Ejércitos de pesadillas la sitiaban, la derrotaban y ella se levantaba en medio de toda esa mugre con una amargura en la boca, era en la conciencia menos que el polvo bajo sus pies. Intentaba calmarse tomando agua, acomodándose el pelo, pero una y mil veces el monstruo regresaba más fuerte que la vez anterior. Nora respiraba agitada, veía cucarachas por las paredes y el piso, la nariz se le llenaba de un olor nauseabundo, su mirada buscaba un refugio cuando desde lo profundo de su ser gritaba: ¡Soltame! ¡Soltame basura!.

No hay comentarios: